Algunas buenas noticias.
En primer lugar, las emisiones per cápita de gases de efecto invernadero ya empezaron a caer:
el uso de tierra agrícola está decreciendo:
y la energía renovable ya casi genera el 13% de toda la energía usada en el mundo, sin contar los enormes avances en esa materia del año 2022.
Ahora entendemos mejor el camino que debemos seguir para evitar las peores consecuencias de la crisis climática. Según el último reporte del IPCC, publicado a mediados de marzo de este año, las cinco mejores apuestas para combatir el cambio climático son: la energía eólica, solar, la eficiencia energética, detener la deforestación y la reducción de emisiones de metano.
Cabe mencionar que México es el emisor número 10 de metano en el mundo. Reducir las emisiones de gas metano es una de las medidas más eficaces que podemos tomar dado que es un gas que permanece relativamente poco tiempo en la atmósfera. En comparación con los miles de años en los que el dióxido de carbono permanece en la atmósfera, el metano solo permanece en ella un promedio de 12 años, aunque es 80 veces más contaminante que el CO2. De esta forma, podríamos ver los efectos positivos de una reducción de dicho gas en un plazo relativamente corto.
Paralelamente, en la actualidad, se han desarrollado nuevas formas de detectar quién emite qué cantidades de dicho gas (via imágenes de satélite) y en qué sectores respectivamente.
Asimismo, en los países europeos se observan medidas cada vez más drásticas. Por ejemplo, en Países Bajos, pronto estarán prohibidos los vuelos de noche, los jets privados y los aviones ruidosos en el aeropuerto de Schiphol. Por otra parte, el Ministro de Transporte francés propuso la semana pasada poner un impuesto del 70% sobre el combustible de los jets privados. Dicha medida puede ser puesta en perspectiva tomando en cuenta que la aviación solo representa 2.5% de las emisiones, sector donde la mayor parte, por mucho, son causadas por viajeros frecuentes, quienes forman parte del 2% más rico de la población global o el 40% de los vuelos privados. Este es otro ejemplo de low hanging-fruit en el que un impuesto que afectaría a una parte pequeña de la población mundial podría reducir significativamente las emisiones globales.
En resumen, en varios sectores se están tomando medidas importantes para responder a la crisis climática. Pero había prometido hablar sobre la visión de un futuro mejor de Kim Stanley Robinson.
¿Qué propone concretamente?
Robinson le apuesta a una pluralidad de sujetos, instituciones, tecnologías, estrategias y saberes. Las ciencias, las artes, el derecho, la economía, la política, la religión y la gobernanza global—todas juegan un papel importante en su visión.
En términos de gobernanza, sabemos que el 85% de las emisiones vienen de cinco sectores en las 10 economías más grandes: industria, transporte, uso de tierra, edificios, y energía eléctrica. Siguiendo esta lógica, se deben regular estas industrias con 11 medidas, entre ellas: impuestos al carbono, estándares de eficiencia industrial, políticas de uso de tierra, regulación de emisiones en la industria, políticas de energía complementaria, códigos para construir edificios y electrodomésticos, mejor transporte urbano e impuestos al carbono que deben pagar los consumidores (Robinson, p. 251).
Un caso interesante lo podemos encontrar en el uso de la tierra. En India, ya hay al menos un estado con agricultura 100% orgánica. Se trata de Sikkim, territorio en el norte de la India que transformó su agricultura entre 2003 y 2016, con el apoyo de la ecofeminista Vandana Shiva.
Lo fascinante del enfoque de Robinson es que entiende que las personas van a contribuir a salvar al planeta con diferentes tipos de acciones. Si bien millones de personas solo responderán a incentivos (monetarios por ejemplo), otros requerirán una nueva religión, que remplace a la actual—la religión del crecimiento económico (Robinson, p. 345).
De hecho, como apunta Amitav Ghosh, esta puede ser una de las claves: las religiones son la única expresión de la cultura capaz de movilizar a miles de millones de personas más allá de los Estados nación (que solo responden a las necesidades de un electorado, si acaso). Todas las religiones reconocen responsabilidades intergeneracionales, de largo plazo; no siguen formas economicistas de pensar; y pueden imaginar cambio no lineal, es decir, escenarios catastróficos. Al final, parece imposible salir de la crisis sin aceptar límites y limitaciones, lo cual a su vez se relaciona con la noción de lo sagrado, sea como sea que la concibamos.
Económicamente, hay que democratizar el dinero (Robinson, p. 216). Robinson plantea que quienes gobiernan el mundo son básicamente los banqueros centrales. Han estado dispuestos a gastar trillones de dólares para salvar a los grandes bancos. ¿Por qué no gastarían lo que es esencialmente nuestro dinero para salvar al planeta?
En c. 2035, Mary Robinson, la cabeza del ministerio del futuro, se reunirá con los banqueros centrales más improtantes del mundo para proponerles una nueva misión. Aunque muchos de ellos no la tomarán en serio, la presidenta del banco central chino terminará convenciendo a sus colegas de crear una moneda llamada carboni. Se trata de monedas respaldadas por bonos con un pago garantizado a 100 años (respaldado por todos los bancos centrales). La moneda carboni será utilizada para pagarle a los actores (Estados, empresas, etc) que capturen carbono o simplemente dejen de extraerlo de la tierra. Así, por ejemplo, un país como Arabia Saudita recibiría enormes cantidades de carbonis para reducir paulatinamente su capacidades extractoras y por capturar carbono.
Para que esto funcione, se requerirá de que la tasa de interés pagada por poseer carbonis sea una tasa competitiva, lo cual, de nuevo, lo garantizarán los principales bancos centrales del mundo.
Por lo que respecta a las acciones a nivel individual, el mundo se divide en tres: los que usan coches y aviones; los que andan en bici y tren; y los que caminan. Para aquellos que se encuentran en el primer grupo (nosotros), debemos aspirar a vivir con 2000 watts al día como lo hacen quienes siguen la 2000-watt society. Para darnos una idea, los europeos utilizan aprox 5000 watts al día; los estadounidenses 12000 watts y los chinos 1,500 watts.
Según Kim Stanley Robinson, quienes más hayan sufrido por las ondas de calor (o sus hijos) tomarán medidas más radicales como el sabotaje de la industria petrolera.
Sin justificar semejantes actividades (o excluirlas a priori), es preciso entender porqué algunos las consideran necesarias, incluso una cuestión de vida o muerte.
La Agencia de Energía Internacional estableció en 2021 que para llegar a emisiones netas de cero en 2050 no debe haber ni un solo proyecto de inversión de ahora en adelante en petróleo, gas o carbón.
No obstante, el problema es que la industria ha encontrado al menos 3000 gigatoneladas de combustibles fósiles en la tierra. Dejarlo en la tierra significaría perder algo así como 1,500 trillones de dólares (Robinson, p. 29).
¿Quiénes perderían? De entrada, las 19 empresas principales que extraen combustibles fósiles, entre las cuales se encuentran (en orden de tamaño) Saudi Aramco, Chevron, Gazprom, Exxon, National Iranian Oil, BP, Shell y Pemex.
Sabemos que estas empresas no dejarán escapar 1,500 trillones de dólares y seguirán perforando, a pesar de las claras advertencias de las instituciones más importantes en materia de energía y cambio climático.
Las decisiones de seguir perforando las tomarán unos 500 ejecutivos (directores de las empresas petroleras). Se trata, según Robinson, de gente buena, patriota, trabajadora, que cumple sus obligaciones con accionistas. Hombres sobre todo de familia. Donadores de caridad. Querrán lo mejor para sus hijos. Sin embargo, será muy difícil deslindarlos de tragedias humanitarias cuando miles de personas mueran por ondas de calor.
Según Robinson, quienes sufran de dichos fenómenos buscarán defenderse de las acciones de la grandes empresas petroleras. Para ellos los actos de resistencia contra los altos ejecutivos serán defensa personal. ¿Cómo podríamos evitar semejante conclusión? ¿Acaso esperamos que aquellos que verán sus vidas destruídas por el cambio climático acepten pasivamente su destino?
Al final, surgirán grupos eco-terroristas, por lo que para c. 2035 casi nadie volará en avión porque serán derribados por drones.
Actos de terrorismo o no, sabotaje o no, en las próximas décadas, la suma de muchas acciones individuales, legislativas, de gobernanza y económicas, así como de los cambios demográficos (se espera que después de 2100 la población mundial comience a caer drásticamente) resultarán inevitablemente no solo en una reducción de las emisiones a nivel per cápita, sino a nivel global. Si a esto añadimos un ambicioso programa de reverdecimiento (rewilding), que idealmente deje 50% de la Tierra a otros animales (el proyecto que E. O Wilson llamó Half Earth), los hijos de nuestros hijos podrían vivir en un planeta digno de ser llamado Gaia.
Bibliografía
Carrington, Damian. “How to Halve Emissions Now | The Guardian - The Guardian”. Consultado el 13 de abril de 2023. https://deal.town/the-guardian/how-to-halve-emissions-now-the-guardian-PKL8T5KAL.
Hollinger, Peggy. “Climate crisis means aviation must change — whether it likes it or not”. Financial Times, el 12 de abril de 2023, sec. Inside Business. https://www.ft.com/content/bbfe7462-2eaf-4129-8030-ec767325a643.
Robinson, Kim Stanley. The Ministry for the Future. Toronto: CELA, 2021.
En una sociedad tan mediática donde 8 de 10 noticias que vemos al levantarnos de la cama son malas, es un alivio ver que hay esperanza y hay planes para contrarrestar el cambio climático.
Respecto a las políticas para cesar con la excavación por petroleo; tomando un punto de vista perteneciente a la Teoría de Dependencia ¿sería justo pedirle a países que se han visto afectados por la colonización o intromisión de otros gobiernos en el suyo, seguir las mismas políticas que países primer mundistas como Países Bajos y Alemania, sabiendo sobre la asimetría de recursos y que parten de puntos desiguales?