En este substack hablaremos de uno de los libros más referidos sobre la crisis climática: The Uninhabitable Planet de David Wallace-Wells, columnista del New York Times. Junto con Our Final Warning de Mark Lynas establece con admirable elocuencia las posibilidades catastróficas que puede traer (y ha traido) el calentamiento del planeta.
Me parece que debe tomarse en serio porque está basado en cientos de estudios científicos y porque algunos expertos en el tema, como Johan Rockstrom (y coautores), han defendido la necesidad de considerar escenarios catastróficos (también en un gran documental en Netflix, Breaking Boundaries (2021)), a pesar de su (relativa) improbabilidad.
¿Qué escenarios podríamos esperar?
Si seguimos la trayectoria actual, según el consenso establecido por el IPCC, llegaríamos a casi 3 grados de calentamiento global sobre niveles preindustriales en 2100 (hay que notar aquí que Wallace-Wells se basa en el reporte de 2014; el más reciente, de 2022, sugiere que lo más probable es que suba la temperatura entre 1.4 y 2.3 [summary for policymakers, p. 16].)
Esto haría que parte de la Tierra se vuelva inhabitable para 2100.
Concretamente:
140 millones de refugiados para 2050, según el Banco Mundial o 200 millones según estimaciones de la ONU o incluso (posible pero no probable, mil millones según la ONU también (p. 8)
Cerca de 100 ciudades inundadas para 2100, ciudades como Miami, Dhaka, Shanghai y Hong Kong (p 12).
Para que esto suceda se tendrían que cruzar puntos de quiebre o inflexión (tipping points) a partir de los cuales los cambios climáticos se vuelven irreversibles, como el descongelamiento de las capas de hielo o del permafrost que cubre partes de Canadá y Rusia o la muerte de arrecifes de coral):
Como sugiere la gráfica, el umbral de 2 grados es clave pues es donde se espera que comiencen los cambios irreversibles (aunque Johan Rockstrom y otros argumentan que pueden desatarse incluso desde 1.5 grados).
Si esto ocurre (o cuando ocurra) el cambio climático será mucho más rápido de lo que quizá imaginamos. Lo cual podría generar nuevos puntos de quiebre que no serían ya proporcionales al cambio en temperaturas. Esto se conoce como ‘tipping cascades’ en las que muchos puntos de inflexión interactuan de tal forma que uno hace más probable al siguiente.
(Fuente: https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.1810141115.)
Wallace-Wells sugiere que este es ‘our best-case scenario’ (p. 14):
A lo largo del libro considera escenarios aún más terribles:
Si la temperatura sube 4 grados: ‘six climate-driven natural disasters could strike simultaneously', and, globally, damages could pass $600 trillion—more than twice the wealth that exists in the world today. Conflict and war would double’ (p. 14)
A 8 grados, las personas cerca del ecuador no podrían moverse sin morir; casi ninguna tierra podría producir la comida que requerimos; ‘forests would be roiled by rolling storms of fire…’ (p. 17)
Pero quizá lo más preocupante (dado que es muy probable que evitemos todo esto) es lo que ya está ocurriendo hoy en día (como escribí en un substack previo).
Cada día mueren cerca de 10,000 personas por contaminación del aire.
La contaminación está vinculada a enfermedades mentales en niños y adultos, a menor capacidad cognitiva, menores ingresos, etc.
la población de insectos voladores ha caído en aprox. 75% en 25 años
en la región productora de caña en El Salvador cerca de un cuarto de los hombres sufre de enfermedad crónica en el riñón por deshidratación (ocasionada por calentamiento global), lo cual para muchos es mortal a corto o mediano plazo
millones de personas sufren de inseguridad alimenticia en Guatemala, lo cual impulsa el crimen organizado, lo cual a su vez hace que sea el segundo país más inseguro para los niños
“el calentamiento global ya es responsable de 59,000 suicidos en la India, muchos de ellos de agricultores.”
¿Por qué alarmarnos con este tipo de datos? En parte porque Wallace-Wells insiste que sí podemos hacer mucho para mejorar el planeta, entre otras cosas:
Dejar de susbidiar la industria de combustibles fósiles (según el FMI en 2019 el subsidio mundial fue de cerca de 5.9 trillones de dólares o casi 7 por ciento del PIB global).
Y reducir la huella de carbono del 10% más rico del mundo; si dicha huella fuera igual a la del europeo promedio, ‘las emisiones globales caerían un tercio’ (p. 37)
Esta perspectiva también es importante porque nos hace conscientes de la velocidad del cambio climático, contra el mito de que se trata de un proceso extremadamente lento. Lo cual implica que será sobre todo la responsabilidad de nuestra generación responder al desafío (p. 6).
Considerar escenarios extremos también resalta el hecho de que el cambio climático es un ‘hiperobjeto’, como el internet—tan grande y complejo que no puede ser comprendido a cabalidad (p. 15). Lo cual no significa que no debamos intentar comprenderlo (!), sino que debemos usar todos los medios posibles para imaginar lo impensable: tanto las catástrofes como las utopías (que en parte ya son reales) de un ‘un hermoso Antropoceno’ con ‘agroecología, techos y edificaciones verdes, sistemas distribuidos de energía renovable’...