El futuro es el decrecimiento: un mundo más próspero y justo es posible—¿sin crecer?
# ¿Qué podemos hacer?
“Degrowth is about reducing the material and energy throughout of the economy to bring it back into balance with the living world, while distributing income and resources more fairly, liberating people from needless work, and investing in the public goods that people need to thrive.” Jason Hickel
¿Qué pasaría si elimináramos la industria de la mercadotecnia? ¿Si dejáramos de subsidiar los combustibles fósiles? ¿Si en vez de subsidiar el consumo de carne lo graváramos, junto con la fast fashion y los viajes en jets privados? Segúramente veríamos protestas masivas y un movimiento que buscaría regresar a la forma de vida a la que ‘estamos’ acostumbrados: business as usual.
Sin embargo, vale la pena pensarlo nuevamente; o al menos eso sugiere una corriente de pensamiento que ha ganado adeptos en los últimos años: el decrecimiento.
Uno de sus exponentes más célebres, el joven profesor japonés, Kohei Saito, sugiere en efecto que si eliminamos la mercadotecnia—que en EEUU, por ejemplo, representa un gasto de casi 400 mil millones de dólares anuales (o más del 3% del PIB)—no sufriría nadie más allá de quienes trabajan para esa industria.
“We could eliminate advertising from society and nobody would suffer at all except the advertising industry”—Kohei Saito en entrevista con el Financial Times
Una explicación sencilla del decrecimiento que promueve Saito es que él pertenece a una generación que simplemente no conoce el crecimiento económico: nació en 1987, siete años antes de que (en 1994) Japón alcanzara su nivel más alto del PIB; a partir de entonces la economía japonesa ha decrecido.
Si el PIB se estanca o cae en un país como Japón las consecuencias no son graves; simplemente (en el caso de Japón) quiere decir que la gente consume menos: menos coches, menos moda, menos comida ultraprocesada, menos viajes…¿Esto hace que la gente sea menos feliz? Probablemente no; lo que sí es claro es lo siguiente: reducir el consumo reduce el impacto ambiental.
¿Podría la experiencia japonesa convertirse en un modelo para otras economías? Absurdo, dirían algunos. Si una economía capitalista no crece, necesariamente cae en recesión generando miseria: no puede equilibrarse en “0 crecimiento”. La esencia del capitalismo es justo este sube y baja generado por la “destrucción creativa” de millones de emprendedores que responden a señales del mercado en forma de precios. Es de esta forma que fluye el capital hacia los sectores más rentables generando empleos, riqueza, y bienestar social. China, India, Vietnam, Bangladesh, Chile: en todos estos países el auge reciente de millones de personas a la clase media ha respondido al “orden espontáneo” de los mercados que impulsa el crecimiento económico. ¿Porqué no seguir así?
Los teóricos del decrecimiento tienen otros datos. Seguir en el camino del crecimiento económico sin límites significa un suicidio colectivo: terminar con los ecosistemas que hacen posible que vivamos. Hoy en día, por ejemplo, “la masa de plásticos producidos por sí sola representa el doble de la masa de todos los animales terrestres y marinos, incluídos los cuerpos de los seres humanos”.
Basta usar aritmética simple para saber que la masa humana no puede seguir expandiéndose sin límites en un planeta finito. Sin embargo, desde la Segunda Guerra Mundial esa ha sido la premisa central del “desarrollo”: crecer es la clave, aunque esto signifique que “cada hogar estadounidense contenga en promedio 300,000 objetos” (Greta Thunberg, The Climate Book). Sí, 300 mil.
¿Podemos dejar de creer en el crecimiento económico como la clave para vivir en sociedades más prósperas y justas? Economistas como Esther Duflo sostienen justo eso: hay países como Sri Lanka que tienen niveles de calidad de vida muy superiores a países, como Guatemala, que tienen más o menos el mismo PIB per capita. Lo que importa son programas específicos que reducen la mortalidad infantil o que previenen enfermedades o que fomentan la educación de calidad. No parece ser esencial crecer económicamente para vivir mejor.
Asumiendo que algo así es cierto (y que de alguna forma se puede acomodar a una población creciente en el mercado laboral sin que esto se traduzca en un crecimiento del PIB), ¿porqué ir más allá? ¿Porqué insistir que debemos reducir el pastel económico que producimos?
Más allá de los límites planetarios que ya mencionamos, los proponentes del decrecimiento sostienen que se puede planear democráticamente dejar de invertir en industrias que destruyen (combustibles fósiles, ganadería, fast fashion, publicidad, finanzas) e invertir en cambio en salud, educación, servicios públicos, cultura…
Suena a socialismo, ¿no? Las siguientes notas, preparadas por Rebeca Miranda (¡gracias Rebeca!), explican cómo surgió esta corriente y porqué no es necesariamente una propuesta socialista, sino quizá la única alternativa que tenemos para evitar una catástrofe ecológica de escala planetaria.
Invierno de 2002. La revista francesa S!ilence publica una edición especial con el título ‘Decroissance1 soutenable et conviviale’, o traducido al español, ‘Decrecimiento compartido y sustentable’. En la introducción, los autores acuñan al decrecimiento como una contraposición a las corrientes de ‘desarrollo sostenible’ y argumentan la eliminación de la búsqueda del crecimiento ilimitado. Por el contrario, sugieren una transición hacia una sociedad “menos intensiva en materiales y energía,” basada en interrelaciones sociales cooperativas entre sí e integradas con la naturaleza.
Veinte años más tarde, los investigadores Matthias Schmelzer, Aaron Vansintjan y Andrea Vetter escriben The Future is Degrowth: A Guide to a World Beyond Capitalism, un análisis sobre cómo desmantelar la antigua concepción de acumulación y crecimiento del capital como idea de progreso. Con base en lo argumentado por Schmelzer et al., aquello que distingue al decrecimiento de otras propuestas socioecológicas es la crítica al modelo social y político actual como parte de un metabolismo que mantiene vivos mercados nocivos. Además, la noción de decrecimiento incluye perspectivas de justicia climáticia y las posibilidades de desvincular las emisiones asosciadas al crecimiento económico.
En este sentido, no sorprende que la noción de decrecimiento con frecuencia sea malinterpretada. Reiteradamente, el decrecimiento es asociado con las propuestas de recesión y de austeridad autoimpuesta, lo que inevitablemente tiende a desencadenar un colapso económico y un desastre social. Parte del problema, según los autores nace de la idea que asocia al crecimiento económico como la única alternativa de calidad de vida y prosperidad en un país. Por el contrario, los autores señalan que:
“El decrecimiento es lo contrario de la recesión: las recesiones son involuntarias, mientras que el decrecimiento es planificado e intencionado; las recesiones empeoran la desigualdad, mientras que el decrecimiento busca reducirla; las recesiones suelen conllevar recortes en los servicios públicos, mientras que el decrecimiento trata de desmercantilizar los bienes y servicios esenciales; las recesiones suelen hacer que se abandonen políticas audaces para la sostenibilidad en aras de reiniciar el crecimiento, mientras que el decrecimiento apuesta explícitamente por una transformación rápida y decidida”.
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Ilustración por Till Lauer
Paralelamente, en el transcurso de dos décadas, el decrecimiento ha evolucionado hasta alcanzar un estatus de ‘movimiento de movimientos’ dada su propensión a incluir debates que orbitan en torno a causas ascendentes como la lucha contra patriarcado, el colonialismo, el imperialismo, el racismo y el capitalismo verde. A manera de ilustrar el punto anterior, el libro dedica buena parte de su crítica a magnitudes e indicadores económicos como el PIB. Especípicamente, si bien este indicador de riqueza resulta útil para medir el valor monetario de los bienes y servicios producidos mediante el empleo remunerado, en la práctica no contabiliza las externalidades en el bienestar de las sociedades. Actividades de labor doméstico, de trabajo voluntario, o más aún, el detrimento medioambiental no son contabilizadas como parte de la riqueza (o la destrucción de riqueza) de cada nación. En países en desarrollo, donde el crecimiento en la riqueza tradicionalmente se mantiene reservado, el trabajo no remunerado en el campo de cuidados recae comúnmente entre las mujeres, lo que no solo presenta un problema a nivel económico, sino también habla del lugar de mujeres en la sociedad.
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https://interactive.unwomen.org/multimedia/infographic/changingworldofwork/img/data/unpaidwork.png
En términos generales, The future is degrowth encapsula sus críticas a siete áreas que pueden ser resumidas de la siguiente forma:
Asimismo, defiende que el progreso no puede seguir incluyendo la visión de crecimiento económico ilimitado o medidores que no reflejan los niveles reales de desarrollo, prosperidad y modernización, y que, en su lugar, son más bien usados para el prestigio de cada país.
Paralelamente, los autores ofrecen nuevos factores que transforman el paradigma de calidad de vida, los cuales incluyen términos como la igualdad, la participación democrática, el tiempo libre, la revalorización del trabajo de cuidado y la supresión del consumismo irracional. En el pasado, autores como William Morris o Marx ya habían advertido sobre cómo los enfoques de acumulación y crecimiento material eran incompatibles con una vida plena. En cambio, el trabajo creativo y que otorgue un sentido a las vidas de las personas resulta más deseable en el sentido de adherirse a una relación más armoniosa con las comunidades y la naturaleza.
Al final, la idea del decrecimiento aboga por “una reducción equitativa de la producción y el consumo, que aumenta el bienestar humano y mejora las condiciones ecológicas a nivel local y global, a corto y largo plazo”. Todo esto, cimentado en la transformación de instituciones sociales participativas y democráticas, así como la facilitación de infraestructuras que permitan una progresiva abolición de los combustibles fósiles, del modelo de crecimiento y el establecimiento de límites entre producción y sobreproducción. Esto sería un mundo más justo y no necesariamente menos próspero en términos del crecimiento económico tradicional.
Bibliografía
Gardels, Nathan. “Degrowth In Japan,” May 5, 2023. https://www.noemamag.com/degrowth-in-japan.
Global, Mariko FrameTopics: Capitalism Ecology Economic Theory Political Economy Places: “Monthly Review | Strategies for Degrowth.” Monthly Review (blog), November 1, 2022. https://monthlyreview.org/2022/11/01/strategies-for-degrowth/.
“Kohei Saito’s ‘Start From Scratch’ Degrowth Communism.” Accessed March 15, 2024. https://jacobin.com/2024/03/kohei-saito-degrowth-communism-environment-marxism.
Lewis, Leo. “‘Degrowth’ — Marxism Is Back for the Modern Age.” Financial Times, November 6, 2022, sec. Japanese society. https://www.ft.com/content/b1a505ac-c36f-4b4d-9ab0-6f5d9d0e185d.
Saito, Kohei. Marx in the Anthropocene: Towards the Idea of Degrowth Communism. 1st ed. Cambridge University Press, 2023. https://doi.org/10.1017/9781108933544.
Schmelzer, Matthias, Andrea Vetter, and Aaron Vansintjan. The Future Is Degrowth: A Guide to a World beyond Capitalism. London: Verso, 2022.
“Why Capitalism Loves Degrowth.” Accessed March 8, 2023. https://compactmag.com/article/why-capitalism-loves-degrowth.
Szalai, Jennifer. “Shrink the Economy, Save the World?” The New York Times, June 8, 2024, sec. Books. https://www.nytimes.com/2024/06/08/books/review/shrink-the-economy-save-the-world.html.
El término décroissance lo propuso por primera vez el teórico francés André Gorz en 1972.