Veíamos en un substack pasado que hay dos corrientes que vaticinan una nueva era: la antihumanista y la posthumanista.
Del primer grupo, hicimos referencia a Paul Kingsnorth para quien “sólo el colapso de la civilización tecnológica moderna puede prevenir el desastre”.1 Para ilustrar la visión antihumanista más allá de Kingsnorth, citaré algunas opiniones representativas:
“…we are animals like any other; our fate and that of the rest of life on Earth are the same… ‘Heaven and earth are ruthless, and treat the myriad creatures as straw dogs’. If humans disturb the balance of the Earth they will be trampled on and tossed aside”. John Gray, Strawdogs (New York, 2002), pp. 31, 34.
Para Gray, el principal problema detrás de la crisis climática que vivimos es que somos una especie rapaz y, además, somos muchos. Al igual que otros antihumanistas sugiere que los seres humanos debemos dejar de entender el mundo como algo hecho a nuestra medida. No temos el poder de rehacer el mundo (Gray, Strawdogs, p. xiv). El progreso es una ilusión. Lo que se gana en una generación lo puede perder la siguiente. La ciencia incrementa nuestro poder, pero también nos permite destruirnos (y destruir la Tierra) en una escala previamente impensable.
¿Qué hacer? Hay que superar los delirios de la modernidad y regresar (¡o progresar!) al sentido común de los antiguos, como Platón, o de algunas religiones asiáticas. Para estas corrientes de pensamiento, el fin de la vida—a lo que aspiramos—no es la acción, sino la contemplación. No se trata de cambiar el mundo, sino de verlo de forma correcta (‘to see it rightly’) (xiv).
“Extinction is the logical conclusion of alienation”. Timothy Morton, Humankind: Solidarity with Nonhuman People (London, 2019)
La ‘alienación’ se refiere aquí a la ruptura de lo humano y lo no humano (lo ‘natural’). Lo cual lleva, por ejemplo, a pensar que simplemente porque un animal no es humano podemos matarlo. Esta forma de pensar esta muy arraigada en el pensamiento filosófico de la modernidad, y se ha vuelto algo cercano al sentido común.¿Encontraste un panal de abejas en tu casa? Las matas y listo.
Immanuel Kant pensaba, notablemente, que la Razón nos permitió a los seres humanos concebirnos como “el fin de la Naturaleza” (‘Probable Inicio de la Historia Humana,’ 1785). Así, cuando uno de los primeros humanos (hipotéticos) de Kant encontró una oveja, le dijo: “la piel que te cubre no te ha sido dada por la Naturaleza para ti, sino para mí” (ibid.) De forma similar, Hobbes pensaba que nuestro dominio sobre los animales era parte del derecho natural: ‘one may at discretion reduce to one’s service any animals that can be tamed or made useful, and wage continual war against the rest as harmful, and hunt them down and kill them…’ Hobbes, De Cive, 1642. Y luego está el famoso perro de la esposa de Descartes, con quien el gran filósofo hacía experimentos (Stephen Gaukroger, Descartes, p. 3).
¿Qué propone Morton como alternativa? De entrada, hay que pensar de forma extraña: Morton se describe a sí mismo como un “real weirdo” (Hyperobjects, 172).
Morton llama al la solidaridad con ‘gente no humana’—incluidos los animales, las plantas y las piedras. Todos los entes habitan el mundo de alguna manera y en ese sentido son (somos) iguales. Adam Kirsch lo describe así:
“Solidarity with nonhuman people involves more than just treating them kindly. It means acknowledging that animals, plants, stones, and waterfalls inhabit the world in their own ways, which are just as valid as ours.” The Revolt Against Humanity.
Cada ‘objeto’2 tiene su propia forma de acceso al mundo. Una enredadera ‘trepa’ e intenta ‘alcanzar’ un árbol; de alguna forma parece ‘interpretar’ los estímulos (de luz, aire, etc) que la rodean. Esta forma de ‘leer’ su entorno es suficientemente adecuada para llegar a su destino (el árbol). En este sentido, no es esencialmente diferente a un humano o a un robot o a las armas que crean imágenes de calor para llegar a su objetivo (‘heat imaging’). (Amitav Ghosh, The Great Derangement: Climate Change and the Unthinkable. Chicago, 2017.)
Todo objeto tiene una interioridad inagotable: nunca podremos saber a cabalidad lo que vive una enredadera o un robot, etc. Esto no quiere decir que sean (necesariamente) conscientes, solo que los objetos no humanos tienen formas de habitar el mundo—y de conectarse entre sí—de las cuales no tenemos noción alguna.
Aquí encontramos los elementos de un pensamiento ecológico con afinidades budistas y con formas no occidentales de entender los seres.
Como siempre, ¡gracias por leernos!
Citado en Adam Kirsch, The Revolt Against Humanity: Imagining a Future Without Us (Columbia, 2023).
El término de Morton y otros filósofos de la corriente object-oriented ontology, OOO, para designar cualquier ente, ya sea persona o cosa o animal, etc.