¿Porqué no hicimos (casi) nada para detener el calentamiento global?
Un retorno a los sueños de los años 90
En algún lugar leí que para entender la forma de pensar de una persona debemos preguntarnos: ¿qué pasaba cuando tenía 20 años?
Cuando yo tenía 20 años, en 1995, el TLCAN justo había entrado en vigor; se había fundado la Organización Mundial de Comercio; el internet se había privatizado completamente y pronto podría crear mi cuenta de hotmail y mandar correos con regularidad (1997); el ‘error de diciembre’ había devaluado el peso, pero pronto sería rescatado por el Committee to Save the World de la administración Clinton (Larry Summers, Robert Rubin, Alan Greenspan); comandantes bosnios habían sido imputados por cargos de genocidio; los Acuerdos de Schengen habían sido firmados; la Cuarta Conferencia sobre Mujeres en Beijing había reunido a más de 4000 delegadxs de 181 países…
Fue un año que, en general, prometía un futuro más o menos brillante, o al menos así lo recuerdo. En términos de cambio climático, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático había entrado en vigor (en 1994) tras ser ratificada por 198 países. La Convención fue el resultado de la Cumbre de Río de 1992—la reunión más grande de jefes de Estado en la historia, que además logró convocar a 17,000 personas en un foro alternativo de ONG.
Todo esto marcó el comienzo de un movimiento ecológico verdaderamente global. Quienes veíamos esto a la distancia, soñábamos con “múltiples modernidades” que vincularían al Norte y al Sur globales a través de sus “sociedades civiles”, generando prosperidad y “un mundo donde quepan muchos mundos” (como había demandado el EZLN el año previo).
¿Eramos ilusos? Quizá no tanto. En esos años podíamos creer que dos regímenes clave habían logrado unirse: el desarrollo y la sostenibilidad en la poderosa amalgama llamada “desarrollo sostenible”. (Como establece la Convención Marco, “Las Partes tienen derecho al desarrollo sostenible…” .) En lo que concierne al desarrollo, la creación de la Organización Mundial de Comercio impulsaría una expansión histórica del comercio global y de la inversión extranjera:
El ascenso de las clases medias a nivel global se aceleraría, sacando a miles de millones de personas de la pobreza:
Fuente: Homi Kharas, ‘The Unprecedented Expansion of the Global Middle Class: An Update’, Brookings Institution, 2017
Sin embargo, había pequeñas nubes en el horizonte que pronto generarían una tormenta. Las advertencias sobre el “efecto invernadero” habían aparecido en periódicos como The New York Times desde los años 50. Y grupos de científicos habían alertado a líderes como Lyndon Johnson sobre los riesgos desde (al menos) 1965.
En 1988, la "World Conference on the Changing Atmosphere: Implications for Global Security” llevada a cabo en Toronto con la participación de cientos de científicos, había adevertido que los cambios a la atmósfera podrían llevar a “consecuencias que sólo podrían ser superadas por una guerra nuclear [consequences could be second only to a global nuclear war]."
Los líderes del mundo sabían muy bien lo que estaba ocurriendo.
¿Entonces porqué han seguido creciendo las emisiones de CO2 agravando cada vez más la crisis climática y dejando una tarea cada vez más difícil (si no imposible) a las próximas generaciones?
Este rompecabezas contiene muchas piezas, pero dos me parecen clave:
El poder del negacionismo climático.
En 1989, tras las advertencias citadas arriba (a las que se sumaron las de James Hansen, científico de la NASA), las grandes empresas petroleras como ExxonMobil, Shell y BP formaron la Global Climate Coalition (GCC) para oponerse a las políticas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.1 La GCC orquestó una campaña para desacreditar la ciencia sobre el cambio climático, publicando (por ejemplo) artículos en el Wall Street Journal escritos por científicos negacionistas quienes habían participado previamente en campañas para negar los efectos nocivos del tabaco.2 Este tipo de negacionismo pronto se extendió a ‘think tanks’, abogados, sitios de internet, congresistas y medios de comunicación, logrando así minimizar la crisis climática o incluso negar que fuera un problema.3
En efecto, si consideramos la red global que vincula a algunos de los empresarios más ricos del mundo (como los hermanos Koch), los consorcios mediáticos de Rupert Murdoch (Fox News, The Times, etc.), decenas de ‘think tanks’ (como el Fraser Institute y el Adam Smith Institute), varios economistas ganadores del premio Nobel (como veremos más adelante), empresas petroleras y gobiernos (como el de Rishi Sunak o el de Jair Bolsonaro)—todos unidos en minimizar los riesgos de la crisis climática y en desacreditar o incluso criminalizar activistas como Greta Thunberg—entonces no debe sorprendernos la falta de acción climática en las últimas décadas.4
Sin embargo, más allá del negacionismo, en los años noventa también vivíamos bajo la hegemonía de un cierto tipo de pensamiento económico que elevó a la libertad económica sobre cualquier otro valor o principio. Este forma de pensar es la segunda pieza clave del rompecabezas que debemos armar para entender los orígenes de la crisis climática presente.
La miopía de las disciplinas académicas, en particular de la economía (ortodoxa).
Emprender, innovar, invertir en “capital humano”, fomentar la competencia económica, hacer crecer “la economía”, atraer inversión, generar confianza entre los inversionistas. En los años 90, estos se convirtieron en los objetivos clave de gobiernos alrededor del mundo, notablemente en Latinoamérica y Europa del Este. Detrás de semejante visión estaba la “ciencia económica” neoclásica, basada en un conjunto de teoremas con (supuesta) validez universal e independiente de juicios de valor. En suma, quienes crecimos en los años 90 aprendimos que la única alternativa real era ser “neo-liberal”—siguiendo la visión arriba descrita—o “neo-idiota” (como sostuvo un funcionario del Banco Central brasileño).
¿Cómo se relaciona esta visión con la crisis ecológica y climática?
En parte, la visión neoliberal (que se puede resumir en: privatizar, desregular, liberalizar y reducir el gasto público) impulsó el despegue económico mencionado arriba. Dicho despegue coincidió además con baja inflación, hecha posible (en gran medida) por el espectacular ascenso de China como potencia exportadora.
Fuente: Malm, Andreas. Fossil Capital: The Rise of Steam Power and the Roots of Global Warming. London; New York: Verso, 2017.
Sin embargo, el mismo ascenso convirtió a China en “la chimenea del mundo” (frase de Andreas Malm) o en la principal fuente de gases de efecto invernadero a nivel global.
Fuente: Malm, Andreas. Fossil Capital: The Rise of Steam Power and the Roots of Global Warming. London; New York: Verso, 2017.
Así, si los noventa fueron malos para el calentamiento global, los 2000 fueron aún peores. En resumen, la globalización neoliberal y el calentamiento global son fenómenos paralelos y complementarios (no hay uno sin el otro, al menos en la escala que conocemos), para bien y para mal.
Fuente: Thunberg, Greta. The Climate Book The Facts and the Solutions. New York: Penguin Publishing Group, 2023.
¿Conviene seguir en el mismo camino de expansión económica sin límites a pesar de la devastación ambiental que esto implica? Los científicos que estudian los sistemas que mantienen la tierra habitable (Ciencias de la Tierra) sostienen que seguir así es básicamente un deseo suicida. Sin embargo, algunos de los economistas más influyentes de nuestro tiempo no están de acuerdo—veremos brevemente porqué.
“Anyone who believes in indefinite growth … on a physically finite planet, is either mad or an economist.”5
Esta frase resume la discrepancia radical entre lo que creen—o saben—los científicos (de las ciencias exactas o naturales, específicamente del Sistema Tierra) y lo que piensan muchos economistas. Uno de los casos más importantes es el de William D. Nordhaus, premio Nobel de economía (2018) y probablemente el economista más influyente sobre el cambio climático en las últimas décadas.6
¿Qué piensa Nordhaus sobre la crisis climática? Básicamente que es algo grave y que estamos jugando a los dados—arriesgandolo todo—con nuestra forma de vivir basada en el consumo de cada vez mayores cantidades de energía (generando mayores emisiones de GEI).
Mankind is playing dice with the natural environment through a multitude of interventions—injecting into the atmosphere trace gases like the greenhouse gases or ozone-depleting chemicals, engineering massive land-use changes such as deforestation, depleting multitudes of species in their natural habitats even while creating transgenic ones in the laboratory, and accumulating sufficient nuclear weapons to destroy human civilizations.7
Sin embargo, su modelo económico—también llamado DICE—establece que la temperatura “óptima” (sobre niveles preindustriales) a la que debemos aspirar es de “más de 3°C en 2100”.8
Ahora bien, quienes hayan leído aunque sea un poco sobre la crisis climática sabrán que en esas temperaturas nos movemos en el rango de lo catastrófico:
Climate researchers Yangyang Xu and Veerabhadran Ramanathan, in a widely cited 2017 paper, defined 1.5 C warming as "dangerous" and 3 C or greater as "catastrophic," while above 5 C was "beyond catastrophic," with consequences that include "existential threats."9
¿En qué sentido puede algo así ser “‘óptimo”? Verdaderamente no lo sé y no lo entiendo. Sin embargo, vale la pena tratar de entender porqué Nordhaus piensa así (junto con un gran número de economistas, sobre todo en EEUU).
En primer lugar, Nordaus sostiene que “básicamente no hay alternativa a la solución de mercado [there is basically no alternative to the market solution]”, como propuso en 2018.
Segundo, él piensa (o sostiene según sus modelos) que las pérdidas al PIB causadas por el cambio climático no serán importantes. (En 1993, estimó una pérdida de 1% aprox. en el producto global para el año 2100. En 2008 estimó el triple, aunque esto solo es 3%.)
En su último libro, de 2021, mantiene incluso que las generaciones futuras vivirán mejor a pesar del calentamiento global:
it seems likely that future generations will be better off than the present generation using standard measures of living standards.
Dado que incluso publicaciones como The Economist consideran que las generaciones futuras enfrentán condiciones MUY adversas y potencialmente catastróficas a 3 grados sobre temperaturas preindustriales (el ‘óptimo’ de Nordhaus), cabe preguntarse si realmente cree que vivirán mejor.
En su libro de 2021, que quizá será su último, Nordhaus da a entender que habrá daños ecológicos considerables (ya los hay, como sabemos), pero que dichos daños serán compensados por otros tipos de bienes (no ‘verdes’). Es decir, viviremos en un planeta severamente dañado ecológicamente, pero podremos disfrutar de todo tipo de tecnologías y gadgets. El economista premio Nobel estima (aquí simplemene inventa) que se podrán compensar las pérdidas y daños que sufran “99% de las personas en el futuro”.
Afortunadamente, otros economistas como Marshall Burke, Nichlas Stern y Joseph Stiglitz han criticado fuertemente esta forma de razonar y sus conclusiones.
En resumen: los sueños de los años 90, según los cuales ‘la magia del el mercado’ es la clave para un futuro brillante, nos siguen como una sombra. Sin embargo, cada vez menos académicos serios viven bajo esa sombra y podremos—esa es la esperanza al menos—corregir el curso.
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La Coalición incluyó también a las principales productoras de automóbiles en EEUU y a la Cámara de Comercio y la National Association of Manufacturers. Ver Jamieson, Dale. Reason in a Dark Time: Why the Struggle against Climate Change Failed-- and What It Means for Our Future. Oxford: Oxford University Press, 2017. p. 81.
Ibid., p. 82. https://www.wsj.com/articles/SB834512411338954000
La Western Fuels Association, por ejemplo, produjo una película, The Greening of Planet Earth, según la cual viviríamos en un planeta mucho más productivo, verde y feliz si tan solo duplicamos la concentración de CO2 en la atmósfera. Por más increíble que parezca, este tipo de propaganda logró influenciar a miembros del congreso estadounidense. Jamieson, op. cit., 82.
Westervelt, Amy, et al. “Meet the Shadowy Global Network Vilifying Climate Protesters.” The New Republic, September 12, 2023. https://newrepublic.com/article/175488/meet-shadowy-global-network-vilifying-climate-protesters.
Smil, Vaclav. “Infinite Growth Is a Pipe Dream.” Financial Times, August 8, 2019, sec. Innovation. https://www.ft.com/content/db0a7be2-b2d2-11e9-b2c2-1e116952691a. Como es de esperarse, los economistas dicen que quienes no somos economistas “no entendemos lo que significa el crecimiento económico”. Así, Paul Krugman escribe en un op-ed reciente que “there’s no reason a growing economy must place an increasing burden on the environment”. Krugman se refiere al fenómeno conocido como “relative decoupling”, es decir, que economías como la de EEUU o Reino Unido han logrado crecer sin incrementar en la misma proporción sus emisiones de CO2. En primer lugar, esto sigue siendo un “increasing burden” sobre el medio ambiente (ya que el desacoplamiento no es absoluto); en segundo lugar, una gran parte del desacoplamiento es simplemente outsourcing: lo que no contamina EEUU lo contamina China (para producir lo que se consume en EEUU). Desacoplamiento absoluto querría decir crecer sin quemar combustibles fósiles y sin producir cemento, acero, etc (para lo cual las mismas reacciones químicas y el calor necesario generan GEI). ¿Es posible crecer tan solo con la energía del sol canalizada a electricidad y de ahí a hornos para producir acero, a baterías para automóbiles, calentadores de casas, hidrólisis para generar hidrógeno verde, etc? En principio, la respuesta parece ser que sí. Sin embargo, cualquier uso de energía genera calor y así calentamiento global. Ver: https://aeon.co/essays/theres-a-deeper-problem-hiding-beneath-global-warming
“Sus ideas han sido adoptadas por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU., gestores de riesgos globales, la industria de servicios financieros y universidades de todo el mundo que enseñan economía climática”. Ketcham, Christopher. “When Idiot Savants Do Climate Economics.” The Intercept, October 29, 2023. https://theintercept.com/2023/10/29/william-nordhaus-climate-economics/. Nordhaus no es el único economista famoso que ha minimizado la crisis climática. Como han notado John Bellamy Foster (et als.), en The Ecological Rift, “Thomas Schelling, winner of the Bank of Sweden’s Nobel Memorial Prize in Economic Sciences, wrote in Foreign Affairs in 1997: “Agriculture [in the developed world] is practically the only sector of the economy affected by climate…” “Bjorn Lomborg’s 2007 book Cool It: The Skeptical Environmentalist’s Guide to Global Warming was an extended attack on the Kyoto Protocol and all attempts to carry out substantial cuts in greenhouse gas emissions. For Lomborg the essential point was that, “all major peer-reviewed economic models agree that little emissions reduction is justified.” (92) Este libro fue celebrado por The Economist así como por The Guardian y otros medios de comunicación—y esto a pesar de que el libro había sido fuertemente criticado por la comunidad científica, por ej. en Scientific American. Milton Friedman tampoco le precupaba mucho el medio ambiente: “Ecological values can find their natural space in the market, like any other consumer demand.” (92) Otro economista famoso que ha añadido una dimensión racista al cálculo utilitario sobre qué (no) hacer ante el cambio climático es Larry Summers quien escribió (o al menos firmó) un memo del Banco Mundial afirmando lo siguiente: “The economic logic be hind dumping a load of toxic waste in the lowest-wage country is impeccable and we should face up to that.” “The measurement of the costs of health-impairing pollution depends on the foregone earnings from increased morbidity and mor tality. From this point of view a given amount of health-impairing pollution should be done in the country with the lowest cost, which will be the country of the lowest wages.” (94)
Nordhaus, William D. “Reflections on the Economics of Climate Change.” Journal of Economic Perspectives 7, no. 4 (December 1993): 11–25. https://doi.org/10.1257/jep.7.4.11. Dos años antes, Nordhaus había escrito que “Climate change is likely to produce a combination of gains and losses with no strong presumption of substantial net economic damages.” William D. Nordhaus, To Slow or Not to Slow: The Economics of The Greenhouse Effect, The Economic Journal, Volume 101, Issue 407, 1 July 1991: 920–937, 933
“In the DICE model, it is essentially infeasible to attain the stringent temperature target of 1.5°C, and the 2°C path requires negative emissions in the near term. Another finding, much more controversial, is that the cost-benefit optimum rises to over 3°C in 2100.” “Climate change: The Ultimate Challenge for Economics”, Prize Lecture, December 8, 2018 by William D. Nordhaus, Yale University, USA.
Ketcham, Christopher. “When Idiot Savants Do Climate Economics.” The Intercept, October 29, 2023. https://theintercept.com/2023/10/29/william-nordhaus-climate-economics/.