Nota: Si quieres solo ver las buenas noticias puedes saltarte los primeros párrafos para llegar a las gráficas ;)
Entre la gente que escribe sobre la crisis climática podemos distinguir dos extremos: por un lado están los tecno-optimistas, quienes prometen que todo saldrá bien si tan solo desencadenamos el poder de la tecnología y las fuerzas del mercado. Un ejemplo reciente es el “Manifiesto Tecno-optimista” de Marc Andreesen (2023), el cual vaticina que “nuestros descendientes vivirán en las estrellas”, jurando que “no hay problema material…que no podamos resolver con más tecnología”.
Esta forma de pensar, que crece en la tierra fértil de las startups californianas, la encontramos repetida en otros ‘manifiestos’ ‘ecomodernistas’ o ‘aceleracionistas’. La crisis climática (según esta visión) no es tanto una crisis sino un desafío y una oportunidad para recrear nuestro planeta y vivir cada vez mejor. Entre los medios esenciales para lograrlo están, más o menos en orden de importancia:
el crecimiento económico;
el desarrollo tecnológico (una fuente perpetua de crecimiento que te permite hacer “todo con nada”);
los mercados (“a discovery machine, a form of intelligence”);
la “disciplina del mercado”;
la inteligencia artificial (“our Philosopher’s Stone – we are literally making sand think”);
la energía nuclear;
la eficiencia en el uso de recursos, particularmente recursos energéticos y agrícolas; y
la modificación genética de los alimentos (para alimentar más gente con menos).
Si alguien responde que estos medios perpetúan el sueño de dominar la naturaleza—o de tratarla como un recurso infinitamente agotable—que nos llevó a la emergencia ecológica actual, Andreesen y sus amigos responden que quien piensa así no entiende las leyes de la grandeza y de la evolución: la ‘lucha’ que ha hecho al hombre una fuerza temible y a la vez altruista, capaz de conquistar planetas y llevar la abundancia y el progreso a todos los rincones de la Tierra.
En el otro extemo de este coctel ultra-capitalista-nietzscheano-neodarwinista, encontramos a quienes han decretado que ‘we’re fucked’. El más famoso de esta corriente hoy es Roy Scranton, ex-Sargento del ejército estadounidense quien fuera desplegado en Irak antes de obtener un doctorado en Inglés por Princeton. Para Scranton la única cuestión que importa es qué tan pronto y qué tan mal terminará la civilización actual.
Sobre el capitalismo que celebra Andreesen dice lo siguiente:
"carbon-fueled capitalism is a zombie system, voracious but sterile. This aggressive human monoculture has proven astoundingly virulent but also toxic, cannibalistic, and self-destructive."
Lo único que nos queda, según Scranton, es “aprender a morir”, es decir, entender que nuestra forma de vida es ya un zombie o una especie de caparazón estéril que pronto se caerá, aplastándonos de paso.
Aprender a morir era la meta de grandes filósofos y samurais; incluso en el budismo zen se enseña que “ya estás muerto”, lo cual es la única forma de perder todos los miedos y ser verdaderamente libre. A partir de esto, podría renacer un cierto tipo de esperanza llamada “esperanza radical”: la esperanza de “volver a la vida en una forma que todavía no es inteligible” (Jonathan Lear, 2006).
Sin embargo, hoy quería escribir sobre las buenas noticias y casi lo olvido. Este prefacio servirá entonces para decir lo siguiente. Nos guste o no, lo que veremos en las próximas décadas será más o menos lo que describen tanto Andreesen como Scranton: la muerte de una forma de vida destructiva y un intento de renacer a partir de las energías renovables.
Entonces: 3 desarrollos recientes para movilizar la esperanza:
La generación de las energías eólica y solar ha crecido a un ritmo nunca visto antes (con la excepción parcial de la energía nuclear).
Fuente: https://rmi.org/insight/the-cleantech-revolution/
Para ser más precisos: “Ninguna otra fuente de generación de electricidad ha crecido de 100 TWh por año a 1.000 TWh más rápido que la energía solar y la eólica…. Esto tomó sólo ocho y 12 años respectivamente. (La energía nuclear también creció de 100 TWh a 1.000 TWh en 12 años…pero disminuyó más rápidamente que la energía eólica).”
Como resultado de esto, en 2023 las fuentes de energía renovable proveyeron por primera vez 30% de toda la electricidad global.
El crecimiento de las nuevas tecnologías ha superado las expectativas (año tras año):
Fuente: https://rmi.org/insight/the-cleantech-revolution/
El año pasado puede haber sido el pico del uso global de energías fósiles; a partir de ahora, dichas energías irán cayendo (la gran pregunta es qué tan rápido). Todo esto nos da un buen empujón que podría llevar—si le entramos con todo a la ‘transición energética’—al camino hacia las cero emisiones netas.1
Fuente: https://rmi.org/insight/the-cleantech-revolution/
¡Gracias por leer! Como siempre, si te gusta esta publicación por favor compártela.
Todos los matices y comillas en esta horrible oración sirven para anticipar n-mil objeciones, como por ejemplo que nunca ha habido realmente una ‘transición energética’; es decir, nunca realmente dejamos de usar carbón (por ejemplo), solo añadimos al carbón otras fuentes de tal forma que lo que vemos históricamente son ‘adiciones’ y no ‘transiciones’ energéticas.